viernes, 22 de febrero de 2013

Prisas!

Me monté en aquel autobús sin saber a donde iba. No me importaba el destino porque sólo quería salir corriendo de aquel lugar. Dejarlo todo atrás. Tanta prisa llevaba que casi olvido la pequeña mochila que había preparado en aquellos cinco minutos de discusión con quien, por entonces, era la persona más importante de mi vida.
Una vez montada, recordé que me había dejado mi cuaderno de notas sobre la mesa.
- "Las prisas no son buenas". La voz de mi madre se coló en mis pensamientos como un pequeño pepito grillo. Da igual, pensé. Ya no hay vuelta atrás.
El viaje, se me hizo eterno, y eso que conseguí dormir un par de horas.
Al despertar, el autobús se había detenido. Un pequeño señor con gabardina y maletín subía por las escaleras. Se acercó hasta mí, me saludó y sacó una pequeña libreta del maletín. Fue en ese mismo momento cuando recordé que no había sacado el billete.
Karol Conti.

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