A veces me entretengo
mirando por la ventana, sé que no es algo especial, que cuando llueve todos en
clase corren a mirar como rebotan las gotas en el asfalto y como se llena toda
la calle de charcos. Pero lo mío es diferente, mi ventana lo es.
Para mirar por mi
ventana no necesito levantarme de mi mesa ni dar esos saltitos de alegría que
dan mis compañeros. No necesito señalar a aquel pájaro que se ha posado en el
charco para beber agua, ni los aviones que pasan.
No necesito ni
siquiera abrir los ojos, sólo un poco de silencio.
Porque cuando logro
estar en silencio, a veces incluso con los ojos cerrados, se abre la ventana
más bonita que jamás habrías imaginado.
Lo malo de esta
ventana es que sólo se abre para mi.
- ¡ Ojalá pudiera
dejar que los demás vieran mi ventana!
Las palabras se
escaparon de mi boca sin que me diera cuenta.
Creo que he gritado,
pensé ya en silencio.
Entonces un señor muy
mayor con los ojos grises y el pelo blanco se acerco hasta mi despacio y me
dijo
-
¿Sabes una cosa,
pequeño? Sólo tienes que dejarla abierta.
Le miré algo
extrañado, y sin decir nada más, ambos seguimos andando.
Poco después y tras un
precioso paseo llegue a casa, subí corriendo las escaleras y saludé a mi abuela
que había venido por sorpresa.
Ella, desde el sofá y
antes de darme uno de los mejores abrazos que existen en el mundo, me dijo algo
que nunca olvidaré.
-
Pablo, cuanta luz
tienen hoy tus ojos, ¡qué alegría me da verte así!
Claro abuela, le
contesté, es que hoy he dejado mi ventana abierta.
Karol Conti. ( Letra
ANNA VIVES)
No hay comentarios:
Publicar un comentario