sábado, 1 de diciembre de 2012

Ventana abierta.



A veces me entretengo mirando por la ventana, sé que no es algo especial, que cuando llueve todos en clase corren a mirar como rebotan las gotas en el asfalto y como se llena toda la calle de charcos. Pero lo mío es diferente, mi ventana lo es.
Para mirar por mi ventana no necesito levantarme de mi mesa ni dar esos saltitos de alegría que dan mis compañeros. No necesito señalar a aquel pájaro que se ha posado en el charco para beber agua, ni los aviones que pasan.
No necesito ni siquiera abrir los ojos, sólo un poco de silencio.
Porque cuando logro estar en silencio, a veces incluso con los ojos cerrados, se abre la ventana más bonita que jamás habrías imaginado.
Lo malo de esta ventana es que sólo se abre para mi.
- ¡ Ojalá pudiera dejar que los demás vieran mi ventana!
Las palabras se escaparon de mi boca sin que me diera cuenta.
Creo que he gritado, pensé ya en silencio.
Entonces un señor muy mayor con los ojos grises y el pelo blanco se acerco hasta mi despacio y me dijo
-          ¿Sabes una cosa, pequeño? Sólo tienes que dejarla abierta.
Le miré algo extrañado, y sin decir nada más, ambos seguimos andando.
Poco después y tras un precioso paseo llegue a casa, subí corriendo las escaleras y saludé a mi abuela que había venido por sorpresa.
Ella, desde el sofá y antes de darme uno de los mejores abrazos que existen en el mundo, me dijo algo que nunca olvidaré.
-          Pablo, cuanta luz tienen hoy tus ojos, ¡qué alegría me da verte así!
Claro abuela, le contesté, es que hoy he dejado mi ventana abierta.

Karol Conti. ( Letra ANNA VIVES)

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